«…el año que viene repetiremos aunque eso sí, prometemos desde aquí que los 101 km serán como corresponde a un buen Media Legua: CORRIENDO…» (crónica del año pasado. 12-5-2012)
Con esta frase cerramos hace un año nuestra aventura duatleta de los 101 y como somos hombres de palabra y no podía ser de otra manera, este año hemos completado los 101 km de Ronda corriendo.
El 22 de diciembre nos tocó nuestra lotería particular cuando a las 10:15 de la mañana nos confirmaban desde la organización que teníamos dorsal para la prueba. El 520 y 521 serían los números que llevaríamos grabados a fuego en los siguientes 5 meses junto a la maravillosa cifra de 101.
Sería interminable este artículo si empiezo a describir la satisfacción personal que ha supuesto entrenar la prueba durante este tiempo junto a mi padre porque no hubiera pasado nada si en vez de correr con dos dorsales diferentes lo hubiéramos hecho con el mismo ya que en mi opinión tanto durante la preparación como en la prueba hemos sido UNO, como «siameses de la sierra» diría yo, unidos por un único objetivo común, y eso no tiene precio y se queda para mí.
Alejándonos un poco del romanticismo de la situación vamos a lo «divertido»:
Nos despertamos con tiempo para desayunar tranquilamente el desayuno «recomendado» para este tipo de pruebas: un vaso de leche, una buena tostada de aceite de Baena con tomate y salchichón.
Repasamos juntos todo lo necesario para llevar en las mochilas y nos dirigimos hacia la meta para que a las 10:30 estuviéramos ya en el polideportivo de salida preparados. Allí nos encontramos con otros paisanos que la iban a completar en las distintas modalidades. Nos deseamos suerte y prometimos vernos en la meta.
Antes de salir, completamos el ritual de la prueba, levantando la gorra y gritando todos al unísono las palabras del General Jefe de la Brigada de la Legión. Con los pelos de punta en ese momento lanzaron el cohete hacia arriba que daba el pistoletazo de salida de la prueba.
Los primeros kilómetros alucinábamos en colores: «Ya estamos aquí después de tanto entrenar», «¿cuánta gente habrá aquí? !!por lo menos 3000¡¡» Y avanzábamos cautelosos hasta coger ritmo y completando kilómetros sin darnos cuenta.
«El alambre divino»: en el kilómetro 20 llevábamos un ritmo fantástico (al cual bautizamos mi padre y yo como el «trote cochinero») y fue por ello y porque el camino se estrechaba un poco por un gran charco que había, cuando mi padre avanzando por el lado derecho del camino, cuando todos íbamos por el izquierdo, me dijo estas palabras: «Riki, ¿y si tiro por aquí qué pasa?». Dos segundos más tarde el destino le respondió como por arte de magia. Un alambre camuflado entre el matorral le puso una de las zancadillas deportivas más dolorosas de su vida, y no por el dolor que le causo la caída, que fue bastante en la barbilla y en las rodillas, si no por el temor de tener que abandonar la prueba ya que incluso se mareo ligeramente. Pasamos un rato desagradable pero el nombre del alambre, «alambre divino», no es irónico, y es que aquella situación, sin saber porque le dio una fuerza superior a la que tenía entonces y enrabietado tiro de casta para adelante subiendo el ritmo a «trote cochinero plus». Un crack mi padre. Más quisieran más de un veinteañero tener la casta que él tiene.
Comiéndole kilómetros a la prueba pasaban las horas, estábamos de lujo y nos encontrábamos a corredores de todo tipo: una anciana brasileña de 70 años, un bombero con el traje de intervención, etc… y llegamos al km 57 donde estaba la bellísima localidad de Setenil de las Bodegas. Allí, tras 8 horas de carrera casi sin parar nos detuvimos a comer algo sólido y reponer fuerzas más tranquilamente pues a partir de aquí empezaba la parte dura de la prueba: 5 puertos de montaña tipo «el arrabalejo», de duración interminable, por la sierra, con 57 km en las piernas y de noche (eso para que os hagáis una ligera idea).
Sin intención ninguna de ponernos méritos ni adjudicarnos triunfalismos ninguno pasamos los puertos como verdaderos campeones, o por lo menos nos sentimos así. El resto de corredores iban sufriendo las consecuencias de la dureza del recorrido y vimos delante nuestra desmayos y retiradas más constantes de lo que pensábamos pero nosotros subimos a ritmos bastante buenos para lo que llevábamos encima y para más inri con la única luz de nuestro frontal. No nos preguntéis cómo, pero lo hicimos.
Ya se ve Ronda en el fondo y la noche nos envuelve. El paisaje precioso, con miles de estrellas en una noche cerrada y viendo a lo lejos una hilera de lucecitas blancas de los corredores que marcaban el recorrido. Nos quedaba la última subida, los lugareños la llamaban la cuesta «el cachondeo», pero la verdad es que nosotros no le encontramos la gracia por ningún lado. Una pendiente del 25 % remataba el recorrido, era 1,5 km pero del 25%. ¡Madre mía, lo que sufrimos allí¡ pero lo superamos, igual que todo se supera.
!Estamos en Ronda¡ Recta final, emocionados, cansados, llenos, reconfortados, satisfechos y mil adjetivos más para describir lo que se siente: se lo recomiendo a todos. Y al final, cuando giramos la última esquina que nos dirigía a meta oímos de fondo: «¡¡MORALESSSSS!!» nos dimos la vuelta y vimos a Cristóbal Gª Buitrago, Ana Cubillo y Manolo Aguilera que se habían levantado a las 4 de la mañana para vernos llegar. Un detallazo que se queda para nosotros: mil gracias a los tres de corazón.
Por fín, tras 16 horas y 50 minutos llegamos a meta. Una experiencia inolvidable tanto lo de correr 101 kilómetros, como lo de correr por la noche y sobre todo lo de hacerlo como corredores inseparables, sabiendo que no íbamos a seguir uno sin el otro. Como «siameses».
Para terminar esta extensa, aunque espero que no muy pesada, crónica me gustaría citar una frase de Emile Zatopek que creo que refleja muy bien todo lo vivido en estos 5 meses y que responde muy bien a todos aquellos que preguntáis «¿pero cómo lo hacéis? yo no lo entiendo» y es la siguiente:
«Un corredor debe de correr con sueños en su corazón»
Que soñéis bonito y que se os cumplan como se nos han cumplido a nosotros. Nuestro próximo sueño..»Maratón del Sahara»
Ricardo Morales