Tras nuestra participación en la Media Maratón de Córdoba – exitosa para todos por cierto – y puesto que nuestro compañero Rogelio tenía las piernas intactas y que no había ninguna «carrera a la vista», decidimos dos componentes del Club Media Legua Baena darnos un «paseo» por una vereda que discurre cercana a Sierra Nevada.
Toda la noche anterior lloviendo a cantaros y nosostros preparados a las 6 de la mañana para viajar hasta un lugar que, según Rogelio, me encantaría. El día no parecía el más propicio para meterse una caminata de unos 20 kilómetros cuando paramos a tomar un café en Pinos Puente – ¡¡¡Cada vez llovía más!!! -. Llegados al lugar de partida (pequeño aparcamiento en la sierra, cercano a Guejar Sierra), se nos acerca un guarda del parque natural y comienza a hacernos unas preguntas que más que tranquilizarme, por lo menos a mí, hicieron que me mosqueara: ¿habeis consultado el parte metereologico?, ¿conoceis las técnicas de supervivencia?… Pasado ese primer trámite nos adentramos en un sendero que discurre junto a un valle plagado de castaños, encinas… y por el cual discurre el río Genil. Aunque el día estaba totalmente cerrado, el paisaje era maravilloso – os recomiendo una pronta visita -.
Ponemos una marcha adecuada al desnivel, que por otra parte nos es mucho, y nos vamos adentrado en esa maravilla. Pasamos junto a un castaño al que llaman «el abuelo» por su enorme tronco, y continuamos hasta un puente que cruza creo que el río Guarnon. No os podeis imaginar la cantidad de agua – la que nos caía del cielo y la que discurría por los arroyos – y el ruído constante que nos acompañaba. Llegados a este punto paramos un momento para tomar un tentempie, y continuamos. Cual es mi sorpresa que el camino, cada vez más estrecho, está cubierto de nieve, que el día está abriendo y se pueden ver las caras norte de la Alcazaba y Mulhacen. Es impresionante. Llegados a nuestro destino, con sol, nos paramos a deleitarnos del paisaje, comer y beber un poco.
Hay que decir que la vuelta fue muy parecida, es decir comenzó de nuevo a llover, pero ya nada importaba porque yo personalmente había disfrutado de unas vistas preciosas que no podía imaginar que estuvieran tan cerca de Baena. Para rematar la faena nos tomamos unas migas y unas cervecitas (sin alcohol) que nos sentaron de muerte junto a una chimenea. Je, Je… Tengo que agradecer a Rogelio que me llevase a ese paraiso que él ya había descubierto años atrás. Os dejo unas fotillos para ver si os animais…
Un abrazo.
Antonio Toledo.